Muchos de nosotros (al menos los de esa generación que llaman X) hemos empezado a estudiar inglés desde que éramos muy pequeños: en el colegio, en academias, hemos visto películas en V.O. y mil cosas más. Sin embargo, a pesar de todo el esfuerzo, seguimos sufriendo horrores cuando conversamos en inglés. Hemos aprendido la gramática mejor que nadie, pero a la hora de la verdad, nos falta soltura.

En el desarrollo de aplicaciones ocurre algo parecido: conocer un lenguaje de programación, incluso profundamente, no garantiza construir aplicaciones de calidad. Es posible, que las técnicas con las que aprendimos, no fueran las más adecuadas (al menos al conversar) y de la misma manera, quizás la técnica con la que construimos aplicaciones tampoco lo sea. 

También encontramos que rara vez creamos aplicaciones en  solitario, sino que es necesario aprender a trabajar de forma colaborativa sobre recursos compartidos de la manera más eficiente posible. Estas aplicaciones además, tienen dependencias con librerías que han de ser gestionadas de manera ordenada, deben ser empaquetadas para poder ser instaladas, incluir mecanismos de verificación de la calidad, ser promocionadas hacia sus entornos de ejecución y configuradas de la mejor manera posible. Gestionar todo esto de manera manual es una pérdida de tiempo incalculable y sujeta a errores. 

En definitiva, son variadas las técnicas y herramientas que hemos de ir incorporando en nuestro trabajo diario para poder construir aplicaciones profesionales. En este segundo capítulo de Back hemos querido abordar algunas de ellas que consideramos fundamentales. Es cierto que existen alternativas a las herramientas presentadas, pero el propósito de esta guía no es cubrir todo el espectro existente de tecnologías y herramientas, sino sentar unas bases sólidas para el crecimiento y desarrollo de nuestra profesión.